El último café

El jueves 30 de noviembre a las 17:30 horas estaremos inaugurando esta muestra de Glauco Mirandetti, que estará disponible al público durante todo el mes de diciembre en el Museo de la Memoria.

Esta muestra es el resultado de una investigación plástica a partir de la mancha en los filtros de café.

Mancha y abstracción es un atajo que ayuda a decir lo indecible. El soporte, es un tipo de papel tan cotidiano que no reparamos que está para que cumpla con su especificidad. ¿Provocarlo, pedirle algo para lo que no fue creado?. El desafío estuvo en encontrar una puerta que permitiera dibujar, mantener el trazo, para adaptar un rostro familiar a la propuesta que viene de una mancha en papel que todo lo absorbe y borra, frágil e irreverente.

Siempre hay mucho de casualidad en una investigación, en este caso es como una inagotable posibilidad de expresión.

¿Es la mancha de café la que define la magia el cuadro? Permitome pensar que sí.

La mancha, las manchas siempre se parecen a algo, en la pared, en el techo, en las calles. Hace tiempo que me paso buscándole “cosas” en ellas. Tal vez toda la vida.

Antes mis hijos me contaban que veían en ellas, ahora son sus hijos.

La mancha de café en los filtros propone descubrir los rostros de nuestros queridos compañeros y los trae a tomar un café conmigo.

Es un desafío y una enorme alegría.

Glauco Mirandetti

 

EL ULTIMO CAFÉ

LA REBELION COMO UN DERECHO DE LOS PUEBLOS ANTE LA TIRANIA.

En nuestro país la ley 19.641, hace posible que sean señalizados como sitios de memoria lugares físicos en los que el Estado, convertido en el Leviatán que devoraba a sus propios hijos, violaba los derechos humanos. Son también, lugares donde hombres y mujeres desarrollaron actos de resistencia frente a una tiranía que ensayó un variado repertorio represivo que incluyó, operaciones ilegales de coordinación represiva más allá de los límites territoriales.

De esta forma, con la finalidad de eliminar cualquier oposición a su proyecto político autoritario, la dictadura cívico-militar persiguió, desapareció, torturó y ejecutó a sindicalistas, estudiantes, intelectuales, llegando incluso a apropiarse de sus hijos.

Esta muestra no es un registro del espanto. Es parte de la preocupación pedagógica que se plantea desde el arte, ante la disputa negacionista que se realiza desde algunos sectores conservadores sobre el llamado pasado reciente. Es, saludablemente, parte de un acto reparador que apunta desde la creación artística a resolver, en un sentido radicalmente democrático, la visión sobre nuestro pasado.

Esta muestra de rostros de algunos protagonistas, donde el artista trabaja sobre filtros de café, es un esfuerzo más que se realiza para que no se pierda, tras la tragedia que globalmente vivió nuestra sociedad, la dimensión personal y humana de ninguno de aquellos que se sublevaron ante el despotismo.

Todos esos rostros representan – sin exclusiones – a quienes se revelaron ejerciendo el derecho fundacional de luchar para liberarse de la dictadura que padeció nuestro país a partir del 13 de junio de 1968 y que se extendió hasta el 28 de febrero de 1984.

Posiblemente esos hombres y mujeres, al tiempo que tomaron su último café, se preguntaron: ¿Cómo se hace para ejercer ese derecho irrenunciable a resistir a una dictadura, cuando no hay una institución que se haga cargo; cuando el que mata o hace desaparecer, es el Estado transformado en una suerte de empresa exterminadora que planifica una sociedad autoritaria y militarista?

Y, con seguridad, aún a sabiendas de los riesgos que implicaba ejercer ese derecho a la resistencia, igualmente lo asumieron.

Desde esos rostros, el artista comprometido y deudor de aquellas entregas, nos plantea ver y entender, si aún no lo hemos hecho, que no hay crimen mayor que aquel que produce el Estado contra su pueblo, y que, la persistencia de la impunidad de ese daño social, no debería ser la consecuencia de que el Estado democrático este omiso al no atreverse a mirar su comportamiento en el pasado con la mayor y necesaria rigurosidad, y que en nosotros esta, en que no sea aquel, el ultimo café.

Raul OLIVERA ALFARO

 

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