Invisible. Relato Individual. Camino Colectivo.

El sábado 2 de julio a las 16:00 horas estaremos inaugurando esta muestra de Virginia Armand Ugón.

La propuesta se basa en un proceso personal que atraviesa múltiples y pequeñas historias que, justamente por pequeñas, no se transmiten pero que sin embargo nos constituyen como sociedad.
Es una muestra artística que pretende ser testimonio de quienes nos volvimos parias, invisibles, historias de desarraigo y de estrategias para continuar la vida. Historias desde la niñez, cuando no se entiende, cuando solamente se percibe el terror. El exilio vivido desde una niña de 8 años y su impacto silencioso, silenciado, negado en el transcurso de una vida.
Las obras de arte que visibilizan, delatan, gritan lo no dicho. Procesos aparentemente personales que al ser compartidos afloran como una realidad que recae sobre un colectivo, y que necesita expresarse para poder ser entendida, compartida y así sanar como comunidad.


El trauma colectivo


Existen hechos de gran dureza e impacto que atraviesan una sociedad poniéndola bajo intenso sufrimiento; son eventos que perduran en el tiempo, independientemente de cómo y cuál sea su resolución. Dichos acontecimientos suelen dejar un trauma colectivo, el cual puede tardar años en curarse o, sencillamente, no resolverse jamás, pudiendo cambiar el tejido socio-cultural de una comunidad.
El trauma colectivo no se cura con el tiempo; se resuelve con las estrategias que aplicamos, se alivia con la necesidad de transitar por el duelo, con la comunicación, la escucha profunda y la empatía.
Ese trauma colectivo, en este caso generado por la dictadura cívico-militar uruguaya, está compuesto por grandes y pequeñas historias individuales, estrategias de supervivencia que se repiten como reguero con sus diferentes matices y nos constituyen como sociedad.
Algunas han sido visibilizadas y relatadas, ya sea por su magnitud, como por su repercusión, y grado de terror. Otras, —aparentemente inofensivas—, han quedado guardadas y silenciadas. Aún así, son resultado del horror de ese tiempo, pero por pertenecer a quienes tuvimos suerte y no morimos, no nos encarcelaron, no nos torturaron, nos cuesta reconocerlas y socializarlas...
Sin embargo, esa marca que deja el miedo, el exilio, la no pertenencia, la necesidad de ser invisible y la culpa de seguir viviendo cuando muchas y muchos compañeros sufrieron tanto, es un sello limitante que, al menos a mí, me ha llevado una vida entenderlo.
Como soy artista, es a través del arte que recorro ese camino: porque el arte lo supo antes que yo, porque si lo comparto, tal vez llegue a otros corazones y podamos ir sanando como comunidad, como sociedad. La maravilla del arte irrumpe sin permiso mostrando lo que no podemos ver, recordando, memorando, incluso antes de hacerlo consciente.
Rescatar ese privilegio de tener una memoria plasmada en obras que se suceden como páginas de un libro, para poder compartirlo, en la complicidad de quienes resuenan con eso y contarlo a quienes no lo vivieron, para abrazarnos en nuestras historias y seguir construyendo esperanzas colectivas.

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