SEMEJANTES- Endriagos y Estantiguas

En 1969 Anhelo Hernández presentó esta muestra de grabados con el título “Endriagos y Estantiguas”, que contaba los horrores de Vietnam. Con Jacobo Arbenz, presidente guatemalteco exilado en Uruguay, Anhelo conoció las prácticas del terror que EEUU empezaba a aplicar en latinoamérica, con la acción de paramilitares en Guatemala, desde antes del golpe de Estado financiado por la United Fruit Company en 1954. En 2019 titulamos esta muestra "Semejantes". El paso del tiempo permite ver lo común en la historia humana. Vietnam fue un nodo aglutinador del discurso político de los sesenta, en latinoamérica y el mundo. No había militante uruguayo que no tuviera al ataque estadounidense a Vietnam como referencia de los horrores del imperialismo, ni como referencia de lucha a la resistencia del pueblo vietnamita. Reina Reyes, pedagoga uruguaya, en el libro "¿Para qué futuro educamos?" se hacía esa pregunta preocupada porque hombres educados pudiesen cometer, de todas formas, actos de extrema crueldad - preocupación enraizada en las de la Escuela de Frankfurt y su propuesta de educar para la autonomía - y combinaba en una misma página a Vietnam, la represión francesa en Argelia y el ejercicio de la tortura, el terror y la desaparición forzada en América Latina. Tal como nos plantea Daniel Feierstein, estudioso de los genocidios, en las dictaduras del Cono Sur el terror no fue el fin, sino el instrumento para eliminar una identidad. Los genocidios son una práctica social que se consuma cuando la identidad del opresor es asumida como propia por el oprimido. Práctica social que se dirigió contra la identidad de quienes resistían contra la injusticia social. Práctica que funciona no a través del olvido como un "silencio", sino como la transformación del relato. También con la ruptura de la continuidad entre la memoria de quienes pelearon y quienes viven el hoy. La centralidad de Vietnam en el discurso de los sesenta, su rol inspirador, su conexión ya no solo simbólica sino palpable a través de los cursos de tortura que los franceses brindaron en la Escuela de las Américas a miles de oficiales latinoamericanos, debe y puede ser recuperada.

No es que no queramos o no podamos hablar de la indescriptible calidad plástica de los grabados aquí expuestos.  Sino que esa riqueza en texturas, trazos, impresiones y figuraciones no puede separarse del contexto histórico donde se inspiran.  Así tal vez otros sepan en el presente, encontrar y mostrar a otros, los endriagos y estantiguas de esta época.  Por eso semejantes.  Por eso parecidos.  Allí y aquí, torturados y desaparecidos.  Como Eduardo Bleier, recientemente hallado e identificado.  Como todos los que faltan.