Compartimos textos de Silvia Scarlatto y Sara Méndez

El día 17 de octubre compartimos en el Museo de la Memoria la historia del símbolo de Madres y Familiares. Compartimos aquí dos textos: el de la autora del símbolo, Silvia Scarlato, y un texto de Sara Méndez leído por ella

Desde que Madres y Familiares buscó identificar al autor de su emblema, “la margarita” …, se me han ido agolpando, junto con la emoción, tantas miradas nuevas, tantas reflexiones… que no va a ser posible compartirlas ahora. Pero este es un tiempo esencialmente de encuentro-reencuentro. Es un instante hermoso...

En primer lugar… Es un honor. Un momento entrañable estar rodeada por ustedes, para hacer lo mismo que ya hice hace unos 36 o 37 años… sólo que ahora, lo vamos a hacer en su modalidad legal, que implica otros lenguajes; porque ahora se necesita una firma; un nombre y una declaración escrita, para consolidar, desde ese otro lugar, lo que ya es un hecho desde hace tantos años:

que este símbolo-flor es de ustedes. Pertenece a ustedes, Madres y Familiares, y también, a todos los que lo estampan, lo levantan, lo dibujan, con amor y con firmeza junto a ustedes.


 

¿Qué puedo compartir, qué puedo entregar ahora, en este encuentro, acompañando los abrazos…?

Una porción pequeña de la historia, la que hace al primer soplo, a los orígenes de “la margarita” que los representa.

Esa flor que hoy es Otra, con mayúsculas. No es aquella inicial. Y no soy la autora de esta otra, sino que formo parte desde el colectivo que acompaña cada 20 de Mayo.

Pero, además, me parece importante señalar acá, algo en lo que creo profundamente:

en todo proceso creativo, el creador autor es sólo una parte de la obra. Sin quitarle mérito. Hay un conjunto de “actores invisibles” que atraviesan al creador y construyen a través suyo. A veces, es más difícil de ver. Creo, siento, que siempre es así. Pero en este caso, es particularmente claro.

La otra parte fundamental, fueron las Madres y Familiares: plantear la necesidad de un símbolo; un símbolo que los representara. Plantear premisas… ¡y qué premisas…! Y la elección final…

Y decía “premisas” y recuerdo a Sara. A Sara Méndez… Su voz suave; su mirada dulce, diciéndonos a un puñado de jóvenes: “pero escuchen, por favor, no queremos una imagen que haga referencia al horror; nada que sea agresivo; nada que impacte desde la crueldad. No, no, ¡no queremos nada angustiante! Nada de eso queremos, por favor…”

Recuerdo tan claro ese momento… Yo la miraba…, y no daba crédito. Detrás de su tragedia, aquella dulzura y aquel planteo firme… Y me decía a mí misma mientras la escuchaba: “pero, ¿cómo hacer?, ¡es imposible…!”

Y de nuevo:

lo que hacemos, no nos pertenece. El creador es un puente. Algo lo atraviesa… Y en este caso, ¡es muy elocuente…!

***

Pero entonces, va mi relato. El relato de esa parte, de esa pequeña porción de historia de “la margarita” que, de paso, aclaro, el nombre no se lo puse yo, sino la gente… Otro hecho emocionante que me llevó a apropiarme profundamente del nombre.

Eran los años 1983, 1984…

Estudiaba en la Facultad de Arquitectura. Había ingresado en 1979; a mi generación, algunos le llamaban “la generación Coca-cola”, ¡peor que la “generación del silencio”! A muchos nos dolía y nos desesperábamos por participar de algún modo en la lucha contra la dictadura…

Eran los tiempos oscuros, de censura, de reuniones prohibidas, de mucha interacción con otros compañeros más antiguos en la Facultad. Tiempos de hacer grietas por donde se pudiera. Fragmentados. Siempre detrás del velo de lo “subversivo”. Esa palabra… que dice tanto.

La Universidad había logrado “oficializar” su gremio, bajo el lema de ASCEEP, Asociación Social y Cultural de la Enseñanza Pública, en 1982; más tarde fue ASCEEP-FEUU, tras aquella memorable Convención de estudiantes en 1984. Y nuestra Facultad funcionaba en asambleas, todavía pequeñas, más o menos dónde y cómo se podía, generando actividades que empezaban a mostrar algo de luz… Salidas colectivas, algún campamento, publicaciones universitarias… Poco a poco se iban abriendo espacios; la Semana del Estudiante con muestras artísticas, la Marcha del Estudiante en setiembre de 1983, con aquella llegada al Franzini y el despliegue de la enorme pancarta que decía: “no somos la generación del silencio” … Y ya después… el grandioso Acto del Obelisco.

Fue por esos años, que se planteó la creación de una Comisión de Derechos Humanos del gremio universitario. Cada Facultad eligió un representante y fui elegida por Arquitectura.

Nos reuníamos en Conventuales y en algún otro local pequeño que mi memoria no alcanza a recordar. No nos conocíamos casi. Todos pertenecíamos a Facultades diferentes. Pero al poco tiempo, se fue generando un buen clima, intenso, de discusión y de trabajo.

Interactuábamos tratando de colaborar con integrantes del grupo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos y con el grupo de Familiares de Procesados por la Justicia Militar. Claro que siempre fragmentados; veíamos a uno o dos voceros de cada grupo, que articulaban con nosotros.

Una de ellas era Sara. Sara Méndez. Otra de ellas, era Luz; Luz Ibarburu de Recagno… con aquella mirada intensa... Extraordinarias mujeres…

Fue así que, en cierta oportunidad, Sara se acercó y nos planteó que el grupo de Madres necesitaba un distintivo… Todos tomamos su solicitud y nos llevamos la tarea, cada cual para su casa. ¡Con aquella premisa! ¡que parecía un imposible absoluto!

Entonces vinieron las noches de no dormir. La búsqueda. Los borradores que una y otra vez no cumplían para nada con aquella premisa…

Y acá hago un paréntesis, para acotar algo que me hostigaba mientras pensaba que aquello no era posible…; y era que, si las Madres lo habían planteado así, tan enfáticamente, era porque ellas sabían que era posible…

Hasta que de golpe… la vida vegetal se atravesó… Siempre fue un universo que me maravilló… y ese universo se instaló y apareció la flor.

La idea de la incompletud. La idea del desgarro, de algo arrancado… Una parte del Ser. Una parte de la Madre, de la Madre Naturaleza, como gran concepto universal…

***

Quiero decirles…, para casi terminar…, nada puede honrar más a un creador, que sentir que otros hacen suya su obra. Pero mucho más, tratándose de un colectivo de la talla de Madres y Familiares…

Por eso, el anonimato que guardé con cuidado y con respeto durante estos años, fue la fuente del mayor de los honores que he vivido. Ahora, con cierta nostalgia, con una extraña contrariedad, aunque con una enorme emoción, salgo de él…, pero por una causa noble. Y sólo por un rato. Porque esto se olvida –debe olvidarse- y es bueno que así sea.

Ese, aquel primer soplo…, la flor originaria, fue allá, en 1983, 84. Claro que vive y vibra con esta que es Otra y forma parte de ella. Pero hoy es otra, Otra flor. La que ha construido la lucha de este colectivo entrañable con la gente. Hoy es Otra flor, con años de camino andado, recreada por todos, cada cual a su manera… mucho más trascendente que aquella inicial, y de la cual ahora me siento parte desde ahí. Constructora desde ahí…


 

Desde el amor que ustedes, Madres y Familiares, profesan en cada acto, desde el ejemplo que son, como colectivo que ha sabido mantenerse más allá de banderas, más allá de credos, en la persistente búsqueda pacífica de Verdad y Justicia, se construye la emoción y el profundo orgullo de haber contribuido y estar hoy con ustedes para celebrar este acto confirmatorio de entrega legal de este emblema que, desde hace 36 años, es legítimamente de ustedes.

Y quiero cerrar parafraseando palabras muy recientes:

Las Madres fundadoras de este colectivo, levantaron la dignidad de nuestro pueblo; nos enseñaron a no paralizarnos por el miedo; nos mostraron un camino de perseverancia y de diálogo con la sociedad, y nos ayudaron a instalar la idea del ¡NUNCA MÁS dictadura!

Hoy y como ha sido siempre, las convoca el Amor.

Amor no sólo a sus familiares. Amor a las nuevas generaciones de uruguayos y uruguayas, nuestros hijas e hijos, nuestros nietas y nietos. Para que ellos y ellas tengan la posibilidad de vivir sin miedo en una sociedad sin desaparecidos.

***

Gracias. Gracias por ser ejemplo. Gracias por tanto amor. Ese amor que es sabio

Gracias.


 

Silvia Scarlato

MUME, Museo de la Memoria,

Acto celebración de Cesión de Derechos de Autor


 

17 de octubre de 2020

 

Hoy están reconstruyendo la historia de la margarita, de la MARGARITA con mayúscula, a la que le faltan pétalos; esa que representa para gran parte de nuestra gente, un símbolo de la larga lucha por la Verdad y la Justicia.

 

Y para reconocer esa flor nos remontamos a hablar de su historia.

 

Yo antes de escribir, tomé el libro informe de Madres y Familiares, que se tituló, A TODOS ELLOS, que después de su breve introducción, las voces de las madres, en relato, se van entrelazando hasta hacerse una sola. Y en esos relatos nos cuentan cómo se enteraron del secuestro de su hija o hijo.

 

Parálisis, desconcierto, angustia ...

 

¿Quién estaba preparado, para saber qué hacer? ¿Cómo moverse en una búsqueda que a veces tenía otras fronteras territoriales más allá de las del país?

 

Aprendieron a comerse las lágrimas, porque tenían que hablar, preguntar, denunciar, deshacerse de los temores de su propia seguridad, y sentirse muy unidas ...

 

Las plantas necesitan raíces firmes para soportar las inclemencias: acá era el ocultamiento de la realidad con frases como "están en otros países, pasándola bien"... 

 

Se buscó en hospitales y hasta en morgues.

 

Nadie puede tolerar que pasen los años y tener que concebir que un desaparecido puede ser eternamente un desaparecido, sin que nadie se haga responsable, sin que nadie responda al ¿dónde están? 

 

FEDEFAM, la Federación de Familiares de Latinoamérica, nos irá enseñando que el arma de la desaparición forzada fue la estrategia que se aplicó para reprimir a las luchas sociales en toda América. Y las Madres van tomando conciencia que su lucha será larga, pero que no están solas. Ya no se busca sólo a su hijo o hija, a sus familiares. La parálisis o el desconcierto ya no tienen lugar. Porque el camino de la Verdad es el camino que conduce a la Justicia, lo único que garantiza esa consigna que se repite en todos los ámbitos: NUNCA MÁS

 

Apunta buscando la luz un resplandeciente tallo de planta.

 

Con distinta intensidad, subterránea, o visible, con las pintadas en los muros de las calles, en la resistencia en las cárceles de la dictadura, con la acción de denuncia sin pausa en el exilio, se forjan en la región los movimientos de Derechos Humanos que serán las voces que denuncian el Terrorismo de Estado, la acción que llevaron a cabo de forma mancomunada las dictaduras en el cono sur.

 

En el Uruguay, va tomando forma el reclamo de Amnistía General e Irrestricta.

 

Hermoso período éste, donde todo confluye en un logro posible a corto plazo.

 

La libertad de los presos políticos, el retorno de los uruguayos exiliados, serán las banderas que alimentan las movilizaciones en los lugares de trabajo, en los centros de estudio y en la sociedad toda. En Uruguay, los grupos de familiares de presos, exiliados y desaparecidos, coordinarán sus actividades.

 

En los centros de estudios y en muchos gremios de trabajadores, se crean Comisiones de Derechos Humanos, que también quieren reunir fuerza con las agrupaciones de Familiares.

 

Y así, con el convencimiento de que la dictadura no puede sostenerse mucho tiempo más, con el vigor de quien vislumbra una libertad cercana, nace la Margarita.

Pero la otra parte de la historia de esta Margarita, la puede contar alguien que tuvo mucho que ver con esto, porque formó parte de esa savia nueva, que sabía, que quería forjar, también, un camino hacia la libertad.

 

Sara Méndez

Palabras para el Acto de cesión de derechos de Autor

MUME, Museo de la Memoria.

17 de octubre de 2020



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